«Miguel Sánchez-Ostiz, poeta», por Iñaki Urdanibia

Publicado el 6 de mayo de 2022 / Por Iñaki Urdanibia em Kaosenlared

A modo de espuela, pidiendo la última para el camino, pues, aun sabido, para cualquier que ame las tabernarias barras, que prácticamente nunca es la última; en tiempos ya otoñales, el escritor navarro desgrana unos poemas, setenta y dos, con la convicción de que «en el último tranco estoy; en eso no me hago demasiada ilusiones, por mucho que este dure», poemas los que componen su «Espuelas para qué os quiero», editado por Pamiela, que tienen aires de balance, de recuerdos y lecturas que toman el verso y que veloces saltan de unos a otros temas, con el denominador común al que ya he aludido, con una especie de resabios de agur!, o de la cercanía a él. «Palabras que huelen a fracaso, / a desidia, a ruina, …Lugares que iban a ser y no fueron ni por asomo, o dejaron de serlo…».

Ya mirando para atrás del presente que es umbral del futuro, el prolífico escritor navarro cruza en sus poemas, en sus escritos en general, y más en concreto en los que ha escrito en los tiempos de encierro pandémico, con un bagaje de lecturas de poetas, novelistas y pensadores que le sirven de estímulo e inspiración, de escrituras, de viajes y amistades que hacen que el tamaño del cuarto no corresponda al mundo de los metros cuadrados sino que se catapulte en diferentes y dispersas direcciones a la amplitud de horizontes varios; de sus inspiradores y de otras coplas existenciales da cuenta en la aclaratorio Adenda. Visita a lo no-vivido, a lo que iba a hacer y no hizo («mal que te pese eres lo no vivido, /lo que ibas a hacer y no hiciste») y al resultado de ser sin haberlo pretendido («has conseguido ser aquello /Que ya no querías ser/…Y sobre todo ser lo que no has hecho»), tal es el estado que a veces se asemeja a aquel beckettiano volviendo de las ciudades en las que nunca he estado, y no me refiero a desbrujule alguno que afecte a Sánchez-Ostiz sino a cierto espíritu saltarín, que hace que en vez del modelo arbóreo con el eje arriba y abajo, siga con más fidelidad el rizoma que en su horizontalidad asoma aleatoriamente, mas no a la deriva. Del Baztán navarro a Bolivia pasando por Madrid y otros lares, sin abandonar «el sarcasmo y la burla [que pasados los setenta] suelen estar presentes en el menú diario a modo de parva defensa. Pasados los setenta, la poética verdad de la historia se impone», y por las grietas caben los ajustes de cuentas con uno mismo, y por qué no, con los demás, con los Faros de la patria…que esperan la vuelta de banderas victoriosas, horas encabezadas con cabras legionarias de dos patas…o un periódico del norte con olor a sacristía, el púlpito obedeciendo a quien mejor paga, y pistoleros y camaradas de brazo en alto que hablan la lengua de las cuadras, o patriotas rojigualdos propietarios de la calle, etc., etc., etc..Todo ello cuando es más tarde de lo que crees. 

Y poemas que conversan o derivan a partir de, o toman como trampolín, hechos o autores, como Blaise Cendrars, Washington Irving, Thomas Bernhard, Luis de Góngora, Kavafis, Teillier, Louis Aragon, Céline, Malcom Löwry, y unos cuantos amigos bolivianos, y la banda sonora de Léo Ferré, Jean Ferrat, Germaine Montero, Carlos Gardel y don José Larralde y algunas canciones populares, berridos dice, como el de los borrachos que juegan al mus en el cementerio.

Y aquí podría aplicarse a la actitud de Miguel Sánchez-Ostiz, cambiando lo que haya que cambiar, la propuesta por Gilles Deleuze, y mientras huyes coge un arma, transformado en el dale espuela, no mires atrás, corre y embóscate contra los intentos de domesticación ambientes, sin bajarse los pantalones, ni agachar la cabeza…«¡Arrea, Lucifer, caballo prieto azabache!».

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